Piensa si este es un tema nuevo en tu vida o es un asunto recurrente que no has podido solucionar y que vuelve de vez en cuando.
De primeras parece un pregunta difícil de responder, probablemente te sientas confuso/a y haya un montón de razones por las que pedir ayuda y otras tantas por las que rechazarla.
Te animo a que busques un lugar en el que te sientas seguro/a y cómodo/a y puedas estar a solas durante unos minutos. Puede ser un lugar de la naturaleza, de tu propia casa…
Ponte en una postura cómoda, puedes sentarte en el suelo, en una silla… Conecta contigo mismo/a, con tus sensaciones corporales, con tu respiración. No trates de cambiar todas esas sensaciones, simplemente obsérvalas y dales permiso para que se queden.
Cuando estés preparado/a, trae a tu mente todo eso que te preocupa, aquello que hace que te cuestiones si necesitas ayuda o no… Piensa una a una en todas las justificaciones, explicaciones, razones por las que te inclinas hacia una u otra decisión. En cada una de ellas, observa cómo reacciona tu cuerpo, si cambia tu respiración, si la sensación corporal es de alivio, o por el contrario de miedo, angustia…
Piensa si este es un tema nuevo en tu vida o es un asunto recurrente que no has podido solucionar y que vuelve de vez en cuando.
Quédate con esa sensación corporal, sé honesto y sincérate contigo mismo/a, nadie mejor que tu conoce por lo que estás pasando y sabe si dispones de los recursos necesarios para hacer frente a la situación.
Si finalmente decides afrontar la situación con tus propias estrategias, adelante. Has sido muy valiente de sentarte contigo mismo/a, sincerarte y finalmente tomar una decisión para poder actuar de forma proactiva en la solución de tu problema.
Si optaste por la opción de buscar ayuda, es posible que surjan sensaciones corporales y emociones más o menos agradables. Puede que sientas alivio y alegría de haber tomado la decisión de pedir ayuda o miedo ante lo desconocido. El miedo es una emoción natural ante aquello que valoramos como peligroso y que adaptativamente nos hace huir o en otras ocasiones nos paraliza. Como adultos, en la mayoría de las situaciones sí disponemos de los mecanismos de afrontamiento para actuar, pero si sentimos ese miedo es porque cumple una función y no debemos de luchar contra él, sino tratar de comprender la función que tiene para nosotros.
Si identificas que es eso lo que te ocurre en relación a la decisión de acudir a terapia, te ayudaré a comprenderlo y normalizarlo.
Todos hemos sentido miedo ante una situación nueva en nuestras vidas: el primer día de colegio, la primera entrevista de trabajo, la primera vez que haces una exposición en público… Lo familiar y conocido no entraña ningún imprevisto ni ningún riesgo y eso es lo que nos hace sentirnos seguros y confiados. Es normal que te asuste comenzar un proceso de terapia si nunca has comenzado uno, o incluso habiéndolo hecho. O quizás antes de todo esto, lo que te asuste sea simplemente marcar el teléfono para pedir una cita. Créeme que te entiendo. Decía Carl G. Jung: “Conozca todas las teorías, domine todas las técnicas, pero al tocar una alma humana sea apenas otra alma humana”. En el camino de formarme como psicoterapeuta yo también realicé un proceso de terapia, en el que fui acompañada en mis conflictos, mis miedos, mis insatisfacciones… Yo también he sentido lo que se siente en “la silla de enfrente”. Todo ello para curar mis heridas y poder entregarme al trabajo con mis pacientes… un proceso fundamental para todos los que nos dedicamos a esta profesión, pues ningún ser humano puede aprender a acompañar a otro ser humano, si no ha sido acompañado. Además, durante la práctica profesional, solicitamos la supervisión de nuestros pacientes a otros terapeutas con mayor bagaje profesional que nos ayudan a enfocar el tratamiento trabajando determinados aspectos que se mueven durante la terapia y que pueden obstaculizarla.
Te contaré lo que ocurrirá si decides llamarme. Atenderé tu llamada. Te preguntaré algunos datos personales (cómo te llamas, cuál es tu edad…) y el motivo por el que has decidido ponerte en contacto conmigo para buscar ayuda, y concertaremos una cita. Si no dispongo de los recursos y herramientas necesarias para poder ayudarte, te pondré en contacto con otros profesionales que sí puedan hacerlo. Llegado el día, tendremos la oportunidad de conocernos y podrás exponerme qué es aquello que necesitas trabajar. Te haré alguna pregunta para conocer un poco más tu situación. Al finalizar te contaré algunos aspectos que dan protección y estructura al proceso terapéutico, y pondremos fecha para la próxima cita. A partir de la primera sesión tendremos 3 sesiones más para conocernos y profundizar en los objetivos que deseas alcanzar en la terapia. Hacia la cuarta sesión abordaremos si te encuentras cómodo/a o necesitas algo diferente, y si deseas continuar con el proceso. En cualquiera de los casos estaré para acompañarte, a partir de entonces o más adelante si reconsiderases la decisión.
Si tu miedo está más relacionado con compartir con otra persona aquello que te preocupa, has de saber que nadie va a juzgarte. Yo soy un ser humano como tú, con sus fortalezas y sus debilidades, no soy nadie para juzgar tu camino, solo para acompañarte a partir de ese momento si tú lo deseas. Desde la infancia y a lo largo de nuestra vida, vivimos experiencias que nos modelan y vamos tomando decisiones que nos permiten seguir avanzando. La manera en que has caminado hasta este momento de tu vida es el modo en que mejor has sabido, pero ahora quizás buscas otra manera de seguir, y comenzar un proceso de terapia es una buena decisión para hacerlo. Es una decisión a veces difícil y muy valiente, cada uno necesita su tiempo, pues es sentarse a contemplar tu vida, tu forma de relacionarte, tus miedos, tus necesidades… y replantearte que deseas hacer con todo ello a partir de entonces.
Siéntete libre, sea cual sea tu decisión que nazca de ti, que no sea tu miedo quien decida por ti, sino quien te acompañe. José Zurita, uno de mis maestros, siempre dice la frase “aprender a hacer con miedo, lo que antes no hacías por miedo”. Sea cual sea tu circunstancia personal, tu historia… no estás solo/a.
Gracias por llegar hasta este punto de la lectura, solo esto ya dice de ti que te tienes en cuenta, que puedes dedicar una parte de tu tiempo a pensar en cómo te sientes y en qué necesitas.
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