Lucía, ejemplo de superación tras un daño cerebral
Hace unos días conocí a una persona que me dejó perpleja. Estando en el coche se me ocurrió escribir sobre ella. Pensé cambiarle el nombre y ponerle Lucía para proteger su identidad. Fue el primer nombre que me vino a la cabeza, pero la verdad es que no podía haber encontrar otro más acertado. Si algo irradiaba era luz.
Caminaba con dificultad, se ayudaba de un bastón, arrastraba ligeramente su pie izquierdo al mismo tiempo que sujetaba su brazo. Este patrón no nos es desconocido a los que trabajamos con personas que han sufrido un daño cerebral, pero no era eso lo que llamaba la atención. Su relato estaba lleno de momentos de superación. Pese a sus dificultades para desplazarse, no había destino que se le resistiera. Podía llegar al último pueblo de la Comunidad de Madrid o viajar a Málaga o Pamplona, había perdido el miedo a nadar, había conseguido hacer albóndigas con una mano y gestionaba a la perfección sus asuntos personales (casa, viajes, asuntos bancarios…). Estaba claro que sus procesos cognitivos no se habían visto afectados significativamente por el daño cerebral y le permitían ser funcional y autónoma en su vida diaria.
Lo único que echaba en falta era saborear cada momento, su atención siempre estaba puesta fuera de lo que hacía. Su impulso por mejorar, por salir adelante, le hacían embarcarse en numerosas actividades que no terminaba de disfrutar. Se sentía a gran velocidad, su cuerpo iba a acelerado y a su mente la definía así: es como si pusiera las cosas en una coctelera y se mezclasen todas. Le faltaba la quietud y serenidad para apreciar todos sus logros diarios.
Cuando conoces a personas como Lucia, te das cuenta de que muchas veces los límites nos los ponemos nosotros. Nos excusamos aludiendo que no podemos cambiar, que no podemos superarnos, cuando sencillamente dar ese paso está en nosotros. Reconociendo y aceptando nuestros límites, pero sin darles mayor protagonismo que el que tienen, lograremos llegar a donde queramos; y si no a donde queramos, estoy segura que mucho más allá de donde hayamos imaginado.
De nuevo, otra lección de vida de aquellos a los que un día la vida les dio un giro y les impuso el reto de convivir con las secuelas físicas y cognitivas de sufrir una lesión cerebral. Esa actitud vital de superación y lucha hace que nos den lecciones a cada paso y nos ganen la carrera, a los que tenemos la inmensa suerte de acompañarlos.
Mi más profunda admiración. Gracias Lucia.