¿Qué sientes dentro de ti cuando escuchas la palabra Autocompasión?
¿Te has dado tiempo suficiente para descubrir que pasa dentro de ti al leerla o escucharla? ¿Cómo reacciona tu cuerpo? ¿Aparece alguna emoción? ¿Cuáles son tus pensamientos al respecto? Quédate un momento tomando contacto con tu experiencia y cuando lo hayas hecho, sigue leyendo…
Muchas son las veces en las que he nombrado la palabra autocompasión y he notado que los demás reaccionaban raro… Si es tu caso, tranquil@, te ayudaré a descubrirla y podrás sentirla de otra forma. Si te has sentido bien, enhorabuena, estás en el camino del autocuidado y el amor hacia ti mism@
En mi experiencia, esa reacción de extrañeza esta relacionada con varios aspectos. Por un lado, al desconocimiento de a que hacemos referencia exactamente con la palabra autocompasión, que muy habitualmente se ha asociado al sentimiento de lastima. Por otro lado, cuando pensamos en que este pueda ser un recurso para aliviar nuestro malestar, desconfiamos de su valor pensando que nos generará todavía más vulnerabilidad.
Soy consciente de los estigmas que tiene esta palabra en nuestra cultura.
En español, la palabra compasión proviene de la palabra latina compati, «sufrir con».
El Diccionario de la Real Academia Española define la compasión como el “sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias”.
Desde la tradición judeocristiana, la compasión se entiende como la acción de compadecerse, un sentimiento habitualmente pasivo de lastima y pena ante el dolor que nos provoca el sufrimiento ajeno.
Partiendo de esto, la auto–compasión se traduciría como un sentimiento de lastima y pena hacia uno mismo… sin embargo, la autocompasión nada tiene que ver con eso.
Desde la psicología, Paul Gilbert (2015) define la autocompasión como «La profunda conciencia del sufrimiento de uno mismo y del de otros seres, junto con el deseo de ayudar a evitarlo». Los componentes clave que definirían el concepto de compasión serian, por un lado, la sensibilidad hacia el sufrimiento propio y ajeno y, por otro, el compromiso y deseo de aliviar ese sufrimiento (Vicente Simón, 2014) Por tanto, la autocompasión es más que una emoción, es un sentimiento positivo y activo, que motiva nuestra conducta y que se proyecta hacia el bienestar.
En adelante, os acompañaré a desmontar los mitos y falsas creencias acerca de la autocompasión para que podais descubrir su verdadero poder para mejorar la relación con nosotros mismos y con los demás.
Muchas gracias por leerme y llegar hasta aquí.
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