¿Qué es la autocompasión? Parte I
Todos los seres humanos atravesamos situaciones vitales difíciles, es algo inherente a nuestra condición humana. A lo largo de nuestras vidas experimentamos sentimientos de perdida, dolor, desilusión, frustración, crítica… Nuestra tradición cultural nos ha enseñado a ser fuertes y duros ante la adversidad, a no doblegarnos… pero resulta difícil lidiar con esos sentimientos a través de mensajes que nos animan a pasar por encima de dichas dificultades y dejarlas atrás cuanto antes: “tienes que ser fuerte” “no es para tanto”…
Por si esto fuera poco, a esos sentimientos se une la voz autocrítica: “ya debería de sentirme mejor” “siempre me pasa lo mismo” “todo lo hago mal”… Todas estas frases, algunas de ellas aprendidas en la relación con otras personas, y que acabamos creyéndonosla sin cuestionamiento; nos las repetimos una y otra vez a la espera de poder salir de ese bucle de tristeza, miedo, desesperanza…
Aunque muchas personas recurren a ese tipo de frases (“soy fuerte”, “no es para tanto…”) y lo viven como un antídoto anestésico al dolor (de esa manera lo relativizan y tratan de no sentirlo); si algo consiguen en la mayoría de los casos es empeorar su sentir y agravar situaciones similares que puedan producirse en un futuro.
Existe una medicina para el dolor y el sufrimiento, pero que a día de hoy sigue cargada de connotaciones religiosas que hacen que muchas personas no entiendan muy bien su valor terapéutico. Esta es la compasión.
La compasión es un valor cultivado por muchas religiones, que nos anima a ponernos en el lugar de la persona que sufre. Nos invita a ser amables, mostrar asistencia a aquellos que puedan necesitarlo; y a perdonar y reconciliarnos con aquellos que se equivocan. Si bien en nuestra cultura occidental la compasión se entiende como actitud orientada hacia los demás; en las tradiciones orientales se considera que es igual de importante sentir compasión por uno mismo.
Pocas veces se nos enseña que podemos sentir compasión hacia nosotros mismos, esto es, la autocompasión. La traducción que se ha hecho de la compasión al lenguaje coloquial es habitualmente “que lastima…” “pobre, que pena…” “pobrecito/a…” Eso no es compasión, es lastima. El sentimiento de lastima está asociado a la victimización.
Si asociamos la compasión a la lastima por uno mismo, la estaremos convirtiendo en un sentimiento de profunda tristeza frente a la dificultad que estemos atravesando, teniendo una visión muy reducida de nuestras posibilidades para afrontarla, lo que probablemente nos llevará a criticarnos y a incapacitarnos más todavía. La autocritica genera desanimo, afecta a nuestra autoestima, a la forma en la que nos miramos a nosotros mismos, y reduce nuestra capacidad de encontrar los recursos para salir adelante.
Si quieres conocer más acerca del valor terapéutico de la autocompasión para mejorar la relación contigo mism@, no te pierdas la segunda parte de esa entrada de blog que subiré en unos días.
Y si tienes interés en incorporarla a tu vida, infórmate acerca de los cursos sobre mindfulness y autocompasión que ofreceré en los próximos meses. Puedes acceder a la información pinchando en los siguientes enlaces:
Curso Breve de Mindfulness y Autocompasión (SC-MSC)
Programa oficial de 8 semanas de Mindfulness y Autocompasión – MSC (Mindful Self-Compassion)
Muchas gracias por leerme y llegar hasta aquí.
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Sara